El impacto de la guerra ha sido profundo y devastador, afectando todos los aspectos de sus vidas: psicológico, físico, social, educativo e incluso su identidad nacional y cultural. Casi una década y media de conflicto ha dejado una generación marcada por traumas psicológicos y emocionales, viviendo bajo el peso del miedo, la privación y la pérdida.
Damasco, 27 jun (SANA) La guerra en Siria ha dejado una cicatriz indeleble en la infancia, diezmando a una generación entera y arrebatándole su derecho a la niñez. Más de 30.000 niños han muerto a causa de bombardeos, hambre o durante la peligrosa migración. Miles más han sufrido discapacidades permanentes. Aproximadamente 2,4 millones de niños se encuentran privados de educación. A esta tragedia se suma la situación de 2,5 millones de niños sirios refugiados fuera del país.
El impacto de la guerra ha sido profundo y devastador, afectando todos los aspectos de sus vidas: psicológico, físico, social, educativo e incluso su identidad nacional y cultural. Casi una década y media de conflicto ha dejado una generación marcada por traumas psicológicos y emocionales, viviendo bajo el peso del miedo, la privación y la pérdida. Reparar el daño infligido a las psiques de estos niños podría requerir décadas de atención psicológica especializada, siempre y cuando exista la voluntad y los recursos necesarios.
Decenas de miles de niños han muerto como consecuencia de bombardeos, hambre o durante intentos de migración. A esto se suman las lesiones físicas permanentes: amputaciones, pérdida de visión o audición, quemaduras y otros traumas. Miles más sufren trastorno de estrés postraumático, experimentando pesadillas, ataques de pánico y aislamiento social, ya que las escenas de muerte, los cuerpos y los gritos de las víctimas se han convertido en imágenes familiares desde una edad temprana.
Millones de niños sirios han sido desplazados junto con sus familias, abandonando sus ciudades y pueblos para buscar refugio en otras zonas del país. Muchos viven en tiendas de campaña, algunos incluso han nacido en ellas, mientras otros se refugian en edificios parcialmente destruidos, en condiciones que carecen de lo más básico para la subsistencia.
Fuera de las fronteras de Siria, más de 2,5 millones de niños sirios viven como refugiados, principalmente en Turquía, Europa, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Una gran parte de ellos carece de estabilidad en sus países de acogida y se sienten desarraigados de sus nuevas comunidades. Muchos niños refugiados carecen de documentos oficiales, lo que les impide acceder a vacunas, educación y atención médica adecuada, viviendo en condiciones materiales deplorables.
La tragedia de la infancia siria va más allá. La incorporación de niños menores de diez años al mercado laboral en trabajos extenuantes se ha convertido en una práctica común en Siria, especialmente en ausencia de protección legal, exponiéndolos a la explotación económica y física. Asimismo, la tasa de matrimonios infantiles ha aumentado durante los años de guerra, ya sea por pobreza u otras razones, obligando a niñas a asumir la maternidad antes de los 15 años.
Cifras desgarradoras y casos individuales
Las estadísticas sobre el impacto de la guerra en Siria son desgarradoras. Desde marzo de 2011 hasta finales de 2023, UNICEF documentó alrededor de 2,4 millones de niños sirios privados de educación y 6,5 millones afectados de alguna manera por el conflicto. ACNUR registró el refugio de 2,5 millones de niños en países vecinos, la mayoría en Turquía. La Red Siria de Derechos Humanos documentó la muerte de 29.000 niños durante ese mismo período. La magnitud del sufrimiento infantil es innegable.
Nacidos en el infierno
Un informe de UNICEF de marzo de 2025, tres meses después de la caída del régimen de Assad, arroja una luz aún más sombría sobre la situación de los niños sirios. Se estima que más del 75% de los 10,5 millones de niños en Siria nacieron durante los 14 años de guerra, viviendo su infancia en medio del desplazamiento, la violencia y la destrucción. Nueve de cada diez personas viven bajo el umbral de la pobreza, obligando a muchas familias a recurrir al trabajo infantil y al matrimonio infantil por pura desesperación.
Al menos 5 millones de niños siguen expuestos a los restos de guerra no detonados (aproximadamente 300.000 artefactos explosivos sin desactivar).
Más del 40% de las 20.000 escuelas del país permanecen cerradas, dejando a más de 2,4 millones de niños fuera de las aulas y a más de un millón en riesgo de abandono escolar. Más de 500.000 niños menores de cinco años sufren desnutrición aguda, con otros dos millones en riesgo. La escasez de agua potable y el tratamiento inadecuado de aguas residuales, particularmente en 14 provincias, incrementan peligrosamente los riesgos para la salud infantil.
En resumen, la generación siria nacida durante la guerra enfrenta una realidad aterradora: una infancia robada, privada de educación y seguridad, y en muchos casos, sin identidad. La rehabilitación de esta generación marcada por el trauma representa un desafío monumental para la sociedad siria e internacional. La inacción de muchos países ante sus responsabilidades éticas y legales, junto con las limitaciones del gobierno sirio para abordar este problema debido a otras prioridades urgentes, agravan la situación. El futuro de estos niños depende de una respuesta internacional coordinada y efectiva que priorice su protección y su derecho a una vida digna.
Por Watfeh Salloum